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Enseñando al cachorro a ser limpio.

Paciencia, constancia y sentido común es lo único necesario para conseguir resultados en poco tiempo.

Al adquirir un perro por primera vez, no son pocos los propietarios que se desesperan ante la lentitud del aprendizaje de las normas de comportamiento, especialmente en lo relativo a los hábitos higiénicos. La verdad es que a veces le pedimos peras al olmo, esperando que nuestro perro aprenda en una semana lo que a nosotros mismos nos llevó meses o años aprender.

La primera dificultad nace del hecho de que solemos llevarnos a casa los cachorros apenas cumplen un mes o dos de edad, pensando que así les educaremos mejor, pero a esta edad es imposible que el animal controle sus esfínteres por que no ha desarrollado los mecanismos fisiológicos para ello. Por otra parte, el perro en la naturaleza utiliza la orina para marcar su territorio, y la deposita donde le apetece siempre que le viene en gana, por lo que no precisa desarrollar un hábito "higiénico" más allá de su natural aversión a hacerlo donde duerme o come. Por lo tanto el control de los esfínteres para que pueda estar en casa es un hábito "aprendido", que su dueño debe enseñarle, y el animal debe entender que le compensa hacer ese esfuerzo o no lo hará nunca.

Esto quiere decir que no sirve de mucho castigar al animal cuando llegamos a casa y nos encontramos un "pastel" en el pasillo, por que para empezar no tiene ni idea de por qué le estamos riñendo. Por el contrario, le resulta muy fácil comprender que si hace sus necesidades fuera de casa y en ese mismo momento le damos un premio, la próxima vez le compensará esperar a estar en la calle para defecar para que le premien. El premio debe ser al principio algo "tangible": un trozo de galleta o una golosina para perros. Más adelante, cuando el animal se haya acostumbrado a su dueño, la simple manifestación de alegría por parte de este es para él suficiente premio.

Le facilitaremos las cosas al animal si le acostumbramos a comer en unas horas determinadas, pues así tenderá a hacer sus necesidades también con un cierto ritmo, que aprovecharemos para sacarle a la calle.

Al principio, cuantas más oportunidades tenga de estar en la calle mejor, y es conveniente sacarle por lo menos tres o cuatro veces al día. Entra dentro de lo normal que las primeras veces espere a encontrarse en un entorno conocido (de vuelta a casa) para hacer sus necesidades. Esto no debe desesperarnos, cuando la calle deje de asustarle empezará a hacerlo también fuera. En cuanto lo haga en la calle, se le dará un premio. De este modo, es raro el perro que no aprende a hacer sus necesidades fuera antes de los tres o cuatro meses de edad.

No deberíamos tener que decir esto aquí, pero tampoco está de más recordar que igual que enseñamos a nuestro cachorro a ser limpio, nosotros nos debemos acostumbrar a serlo también, y recoger las deposiciones de nuestros animales cuando las hagan en lugares públicos no delimitados especialmente para ello.

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