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La educación del gato.

Un gato no es menos inteligente que un perro, simplemente es "diferente", razón por la que no acepta los mismos métodos de enseñanza.

Son muchas las personas que aceptan al gato como animal de compañía dando por sentado que son animales que van "a su aire" y que hacen su vida independientemente de sus dueños. Nada más lejos de la realidad.

El gato es un animal inteligentísimo, perfectamente capaz de aprender las buenas costumbres que hacen más fácil la convivencia en casa.

De hecho, la mala relación de muchas personas con los gatos no obedece a otra causa que la mutua desconfianza y el desconocimiento de sus costumbres. Es cierto que el gato es un animal solitario en la naturaleza, no siente la necesidad de situarse dentro de un grupo, como el perro, y por tanto su relación con las personas es diferente. Pero no es menos cierto que un gato acostumbrado a las caricias es un animal extraordinariamente sociable.

El gato tiene un periodo de "socialización" durante el cual aprende cual será su relación con el entorno y otros animales. Durante este periodo, que va de las dos a las siete semanas, es muy importante que los dueños de su madre o sus futuros dueños si ya lo han adoptado, lo acaricien tan a menudo como sea posible. Esto creará en el animal un gusto por las caricias y el contacto con los seres humanos.

Es muy difícil que un gato que no haya tenido contacto con las personas en este periodo pueda desarrollar una relación amigable con ellas en el futuro, lo que explica la dificultad de integrar en la familia los gatos recogidos en la calle una vez que pasan de los tres meses de edad.

No obstante tampoco es imposible que estos gatitos se adapten a la convivencia, pero habrá que ir con sumo cuidado, proporcionándoles un lugar en el que recogerse cuando estén asustados, y no forzar las caricias cuando no les apetecen. Es mejor dejar que sean ellos los que poco a poco nos las reclamen cuando se acostumbren a nuestra presencia, y no asustarles con movimientos bruscos o voces estridentes.

Los gatos son muy sensibles, y su educación se debe basar en el mutuo bienestar y no buscar su obediencia sumisa como en los perros, por que nunca lo aceptarán.

Asimismo, si hay que castigarles, se hará mediante un chorro de agua o un ruido fuerte desde lejos, para que asocien estos estímulos desagradables con la acción a corregir (por ejemplo, el rascado de muebles), y no a la presencia de su dueño.


Los gatos también pueden convivir perfectamente con perros u animales de otras especies si han tenido contacto con ellos durante ese periodo de socialización sin tener experiencias desagradables. Por el contrario, si su primer contacto con un perro ha sido traumático, es difícil, aunque no imposible, que lo olviden y acepten los juegos con otro perro. La paciencia y comprensión de sus dueños es lo que más le ayudará a conseguirlo.


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