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Cuando los juegos empiezan a ser peligrosos.

Es normal que los cachorros jueguen a gruñir y morder, pero a veces los dueños refuerzan este comportamiento agresivo sin darse cuenta sentando la base para posteriores problemas.

Entre los perros y gatos, como en las personas, el juego forma una parte muy importante del aprendizaje y preparación para la vida adulta. El cachorro va ensayando comportamientos que más adelante le serán útiles en situaciones reales de peligro.

La mayoría de los cachorros empiezan a explorar las cosas que les rodean con la boca a partir de las 3 semanas de edad. A partir del mes comienzan los juegos de morder y gruñir a sus hermanos, o, si ya se han separado de la camada, con las personas con las que se relacionan. Este comportamiento es normal y no implica que el perro vaya a ser agresivo en la vida adulta, pero es importante manejar estos juegos de manera que no se "premie" el comportamiento agresivo.

Si el perro observa que su compañero de juegos se retrae o siente amenazado por sus gruñidos y mordiscos, se sentirá animado a persistir en ese comportamiento. Por lo tanto la persona que juega con un cachorro debe demostrar su autoridad al primer síntoma de agresividad, bien mediante un papirotazo con un periódico (sin hacerle daño, solo molestándole) o mejor aún cesando por completo en sus juegos. El caso más típico es el de los niños que juegan con un cachorro al que hiperexcitan y después al sentirse amenazados por sus mordiscos se retraen o huyen. El perro interpreta este comportamiento como una victoria y se siente reafirmado en su comportamiento.

Los niños que juegan con los perros de manera muy agresiva tienden a intensificar el problema. También están más predispuestos aquellos animales a los que no se les proporcionan juguetes con los que entretenerse.

¿Cómo corregir el problema?

Excepto en casos intratables, la mayoría de los animales responden bien desde la primera vez: Asegúrese de que el comportamiento agresivo no es premiado, dejando claro que el agredido tiene el control de la situación y cesando inmediatamente el juego.

Para tomar el control, a veces es necesario cortar la agresión mediante un ruido desagradable (como golpear una sartén con una cuchara, por ejemplo). Se debe premiar al perro una vez que se ha calmado y adoptado una actitud más tranquila, mediante galletas, caricias, etc. Reducir los juegos competitivos a favor de otros como ir a buscar palos o pelotas y traerlas, y sobre todo, abandonar cualquier juego a la primera manifestación de agresión.

El comportamiento agresivo puede ser más difícil de eliminar cuanto más tiempo se le haya permitido al perro desarrollarlo. Es muy importante que el dueño tome conciencia del problema pronto, y si hay niños en casa, se les debe aleccionar convenientemente para que no fomenten el juego agresivo en el animal.

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